Un año antes de mi primer asesinato, había visto morir a mi madre de tuberculosis. Incluso creí que yo fallecería también. Otros criados de la casa me brindaron de su ayuda, Naidé se encargó de llevarme comida durante mi encierro. Yo no entraba a la casa de los amos, lo tenía prohibido, pero en aquella ocasión, La Senhora Constança, exigió que me mantuvieran encerrado para evitar algún contagio entre los demás criados. La tarde en que quedé huérfano, Ligia fue la primera de los Freire que se presentó en mi celda para ofrecerme de sus condolencias, a pesar de qu